miércoles, 29 de febrero de 2012

ANTONI TÀPIES

Has sido el de la imaginación con la plástica del garabato; el meticuloso pincel que ha rayado de visuales baladas el mundo alternativo, descorchando el tapón de la caverna humana por la que se entra a diario por un túnel aún más subterráneo. Y sobre los railes de ese subsuelo, desde ese metro urbano y veloz de la mente, en cada recorrido, le has dado un puntapié y un arañazo al mundo de las apariencias de la superficie.

R.I.P.: (R)evélate e (I)nsiste en el (P)ortazo.

WITNEY HOUSTON

Cantaba como un pajarito desde la rama más alta. Cada tonada era la música completa de una enciclopedia porque afinaba los registros de la melodía de todas las octavas, recorriendo con su voz páginas sonoras de notas con la textura de un zumbido y pose de una clave de Sol.

Pero un día, se desplomó de su rama de altura y su bonito plumaje se sumergió en un charco de lodazal, en una poza de adicciones con sonidos desentonados. Se hundió con su vestido de gasa y terciopelo en las piltrafas de las emociones que saben a mugre desafinada.

Quedó fulminada por la caída, y sumergida en el brebaje de bañera, ni tuvo tiempo para gemir su última melodía ni para estirar sus alas blancas y hacer resonar con ellas el acorde lento del "requiem" de un adiós.


martes, 21 de febrero de 2012

LA TESTA DEL GOYA

"La ficción vive su gala recibiendo un cabezón, y la realidad, vive su desgana soportando un coscorrón".


En la alfombra de una hojilla relato mi sainete y, simultáneamente, sobre un paño carmesí, desfilan los fotogramas de los que llevan trajecitos a medida y colorines en su telar, posando con el glamour de la sonrisa sin tener ninguna prisa. Llevan los pelos recompuestos por si hay que tener el foco delante, mostrando una soltura impresionante.

En realidad, esa alfombra es de quita y pon, como mi cuartilla, que hasta puedo escribirla con la escobilla. Es un tapete con el color del carmín encendido y que, combinada con la vanidad, se puede interpretar con total naturalidad.

Esta función, fascina a cualquiera desde el patio de butacas, pero escama ver tanta esterilla para caminar con paso de alfombrilla. Y todo es, simplemente, para recibir a un cabreado cabezudo, al que cada año se le viste de gloria y que se regala como la testa de Francisco Goya.

sábado, 18 de febrero de 2012

UNA VIÑETA CON HISTORIA

"La historia siempre ha estado batida con la espumadera de la humanidad".

Cuando aquí se llamaba Iberia, cuando esto era el no va más de un edén y con la leyenda negra de ser la cola del mundo, donde rezaba aquello de "non plus ultra", vivía un tipo muy peculiar con ideas de jefe. Era un hombretón que había llegado desde la Galia, después de pelearse con la hija de Atlas, que se parecía a una cordillera con picos de nieve, con cara de cremallera y llamada Pirene.

La montañosa dama, le puso muy peliagudo el acceso al paraiso del fin de la Tierra, y para más dificultad de aquel fornido hombrón, ni siquiera existían unos forrados zapatos para hacer la travesía entre los picos de ella. No disponía de unos engomados "gorila", ni mucho menos de las botas "perdigueras" que, con seguridad, le habrían mitigado la caminata montañera. Estos implantes podales, sólo serían vistos por la finca de Iberia mucho después de la era de Pablo y Pedro Picapiedra.

Este señor de aventuras, con trazas de ser un mito espartano, se convirtió con el tiempo en el rey de todo el paisaje más su fauna. Una vez establecido como soberano, peleó contra quien quiso y así como le vino en gana; sobretodo, cuando el que llegaba lo hacía en alguna barcaza, o aparecía a nado, exhausto y arrastrado. Entonces era cuando lo remataba de un buen estacazo.

Un día, el destemplado hombre ya transfigurado a majestad, se echó una novia, y con ella se lo montó por los cerros de Úbeda para tener descendencia, disponer de una prole a fin y abundante. Su espartana señorita, parió sin descanso en todos los capítulos, y le gestó todo un imperio para el futuro. De este modo fue como empezó la gran casta de los Íberos, aún no asociados por entonces a los ancestros Americanos.

Porque esto sucedió después, ya pasado algún tiempo de los partos y embarazos, y una vez organizado el desorganizado rancho de la cola del mundo. Por entonces ya brotaban unas elevadas siluetas de castillos de piedras y se habían extendido plagas de abadías, donde se murmuraban algo más que rezos entre sus muros.

Pero antes de salir en tropel a cruzar la barrera del mundo del más allá, de cruzar el océano a oscuras buscando minas de oro y collares de perlas preciosas, las progenies de los cerros, tuvieron que echar al mismísimo islam; e incluso, hacerlo con cajas destempladas, empujando a los moriscos estrecho abajo con sus sarracenas, que tapadas, miraban con estupor a las destapadas.

Todos aquellos Íberos de la camada del rey siempre fueron importantes, porque aliñaron en cada época una gran ensalada. Hasta hubo un tiempo, que esperaron a escondidas a los romanos que se presentaron de sopetón por tierra, por unas vías que empedraban a diario como hormigas. O, ante su sorpresa, los vieron de pronto arribar por mar, con unos navíos que llegaban donde querían con la precisión de un GPS.

Y aunque les pesara a los Íberos bravucones, los de Roma, finalmente se quedaron varias centurias debajo de los olivos y sin visado alguno, sembrando pinos y lamiendo el cucharón de cada olla por donde pasaban. Incluso, esos tipos batallosos que parecían unos arquitectos, se fotografiaban con cara de cetro de mando, desplegando su pomposidad por toda la propiedad del filibustero, nuestro coloso hombretón, llegado y arañado por tanta roca de la puntiaguda diosa.

Sin ningún escozor, los de la loba romana, se hacían a sí mismos una excelente publicidad que colgaban en todas las vallas visibles de la vieja Iberia. Y mientras, los hijos de los hijos de la de los cerros que están mirando al Guadalquivir, entre Úbeda y todos sus alrededores, se tenían que chupar el dedo o bien plegarse a su credo.

Por aquel entonces, fue cuando lentamente empezó asomar el futuro, pastoreando de aquí para allá los de la trashumancia estacional, que sembraban por las cunetas flores y tomillos. Y resultó que el jardín colorido de Iberia, ni era la cola del mundo ni la mejor hazaña ocurrida. Sino un plato más en el festín de la verbena que ha ido desfilando sobre el escenario de cada imperio que ha nacido.

Y esta viñeta, que dibuja y que recrea a lápiz la guinda del nuestro, de su emporio lleno de luces y de sombras fiesteras, y con un brindis a su hegemonía o a su vasallaje, se apunta a concluir, que desde la remota inspiración de un fragmento con casi nada esbozado se puede ingeniar casi todo insinuándolo. Poner el modo “play” cuando sea, y decir, además, acelerando la conclusión, de que sí hay mucha tierra más allá de aquí. Que en todas partes hay arena y pedregal; tanta, como imaginación se elucubre en una página de historia oficial.


 

jueves, 16 de febrero de 2012

LOS ENTRESIJOS DEL MICRORRELATO

El "microrrelato" es la manera de contar un suspiro empleando cuatro letras y dos centímetros de ingenio. Con ello, se monta una historieta que nada más empieza a rodar se le hunde una púa de aguja de hacer calceta, para que se desinfle como un globo. Porque en cada relato con el finiquito de "ya está", nada más se contará a continuación, ya que no existirá una siguiente inspiración. De esta manera, queda impreso de seriedad el formato más enano de la solemnidad.

Incluso, hasta parece que lo escrito es la fórmula de una ecuación que hace prodigios, a pesar de que se sabe que con él jamás se llegará a La Meca; sin embargo, con un arte de conlleva mucha magia, se le involucra un final de sorpresa y mueca.

Todo este misterio es debido a una muerte súbita o al más noble haraquiri oriental, pero con una aureola colosal para que se lea como muy trascendental.

EN FEBRERO

Me dejé llevar por ese día de invierno con el nombre de santo y su tradición. Pero, sobretodo, me dejé impresionar por la mirada que presentí de arrebatadora pasión. Y fue un completo error: sus ojos no se posaban en mí. La mirada con semejante ardor era para otro, para el tipo de al lado, el de la otra mesa; y el vecino, era un títere comediante y embaucador que poseía el arte teatrero del enamoramiento.

Me levanté de mi mesa desolado, pagué lo consumido y salí a la calle. Entonces me di cuenta que no se borraba de mi mente aquella forma apasionada de mirar. Así que decidí que volvería al bar para comprobar si ella también lo hacía alguna vez; aunque, a mí mismo me dije que solamente iría a ese café cuando no fuera un catorce de febrero. De esta forma y con tal decisión, conté que tendría trescientas sesenta y cuatro posibilidades anuales, y que además, el año que fuera bisiesto, dispondría de una más: de trescientas sesenta y cinco jornadas para impresionarme de nuevo con una mirada tan embrujada.

A CHARLES DICKENS

Hay hollín y betún en su cara conmovida. Con una ojeada, observa el instante con la precisión de un relojero. Todo lo que ocurre en ese segundo desaparece en medio de miles de páginas fotografíadas con un obturador de frases, y después, reaparece revelado a color en medio del tiempo, recuperándose todos y cada uno de los momentos estremecidos.

Mientras sucede, una farola parpadea debido a que su candil está mal colocado, y por la calle cae el chirimiri de un plomizo febrero al que ya le han pasado doscientos años por encima.

(Siete de Febrero de 2012)

UNA HAZAÑA

Estaba asustado pero a la vez confiado. El comandante del Boeing 747 y su copiloto yacían desmayados en el suelo de la cabina de mando, pero yo tenía muy claro, en aquel sobrecogedor instante, que debía aproximarme a la cabezera de la pista y aterrizar la nave. Hice algunos malabarismos con mis dedos de la mano derecha por los paneles de control, moviendo palancas y tocando botones; incluso, hasta giré un artilugio como si pusiera a un reloj en hora punta. Con la mano izquierda, mantenía sujeto una empuñadura que desplazaba con una soltura impresionante.

Instantes después, me encomendé a todos los dioses posibles y aterricé el Boeing. Lo hice entre unas luces en línea y unos colorines de sirenas que seguían la estela del avión. Por estos detalles supe que había rodado correctamente por la pista, que había detenido la aeronave y despertado en mi cama.