A
veces he pensado que ya no tengo más para anotar ni más que contar.
Que ya no dispongo de nacientes ideas, que he alcanzado el último
recodo de la inspiración, que se ha secado el laberinto construido
con términos y vocablos; sin embargo, a la mañana siguiente,
observo pasmado un resquicio de humedad. De nuevo supura un flujo por
el meollo del lenguaje, un brebaje que empapa el atolladero de la
jerga del verbo con una poderosa sensación: la de que soy inagotable
y de que dispongo de la energía de los paneles solares. Entonces, es
cuando de nuevo pienso que el jaleo de escribir no ha hecho más que
empezar.
jueves, 21 de junio de 2012
martes, 19 de junio de 2012
LOS NÚMEROS
“La búsqueda de la
verdad es una inquietud matemática”.
El espíritu es una
ecuación casi resuelta y estoy pendiente del resultado; aunque,
siendo aún desconocido, me parece que ya está en alguna parte.
Existe una incógnita numérica que mueve todas las emociones,
siguiendo unos gráficos con procesos aleatorios y que, exprimiéndose uno a uno, hacen un jugo
con miles de resultados de intensidades altas o bajas. Ellos fluctuan, y con algún orden entregan sabores a cada sentimiento mientras
escanean recorridos a pasitos de enamorados o a zancadas de rabietas; finalmente, envían mensajes cifrados por routers codificados, y
después descodificados.
Las sumas y las restas, la multiplicaciones y las divisiones, ya están aprendidas en los programas de educación, los cuales puntuan el pico del máximo saber y al pico de la completa ignoracia, también le mantienen un resultado de número. Igualmente, ya están todas las operaciones minuciosamente anotadas en los códigos de la herencia con sus variables más probables. La numerología, da unos resultados muy precisos bajo cualquier circunstancia con que se resuelve o se diluye una situación. En todo, donde sea, siempre aparecen sus composiciones.
Si lo anotado parece una solemne locura, una suculenta incoherencia, es debido a un cálculo de posibilidades y valoraciones. La composición milímétrica de una teoría está pesada con gramos y marcada en un medidor donde hay el mercurio de las creencias. Encriptadas en determinado abismo neuronal, llenan o vacían de profundidad cualquier contenido. Todas ellas son medibles y siempre están expuesta en la gran bienal de la dualidad. Sólo hay que visitar la macro exposición, año tras año.
Y no hay más, finalmente siempre quedan los números. Ellos son los que arriban con las velas desplegadas al resultado final. Son de por sí magistrales y conscientes; todos retienen la luminosidad del diamante más pulido, el que posee la calidad y la pureza del alma más divina. Por eso, cada resultado es el trozo de alguna brillante Gran Verdad.
(A Issac Newton.
Buscador de la verdad por el camino del número)
lunes, 18 de junio de 2012
BREVES Y MICRO ESCRITOS (I)
Hace
dos días que circulé por una carretera de muchas curvas que
terminaba en una localidad muy tranquila; me detuve en el bar del
pueblo a tomar un café y a leer la prensa. Cuando vi la fecha del
diario me di cuenta que era el 2 de agosto de 1956. La sorpresa es
que en ese día aún no había nacido, y encima podía leer el
periodico y hasta tomar café.
No
pienso ir al loquero, simplemente, porque todo lo escriba como yo
quiero.
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Empezó
el fútbol lleno de gradas apasionadas, de los veintidós que
persiguen el cáliz de una pelota. Se alcanza este grial con
griterio y correteando por un prado verde con una constante obsesión
geométrica en la cabeza: el cuadrilátero.
Lo
sé, porque a veces he manoseado los manguitos de un futbolín.
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El
dios bondadoso ya no está en el cielo lleno de estrellas de
multicolores. La divinidad se ha mudado al altar celestial del parqué
bursátil, al paraíso de todas las plegarias donde se ora a diario el
peso del oro con ojos bien extasiados. En este nuevo cielo, es donde
por gracia divina muchos de sus rezos terminan con el culo al aire,
ya que el brillo del dorado finaliza centellando en otro bolsillo
debido a que son mejores las plegarias, además de estar resueltas con más convicción.
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Llegó el calor en el
isla: los gatos están panza arriba, el perro duerme plácidamente
debajo de una sombra, y yo remojo los pies en un cubo con agua.
Mientras lo anoto, pienso en cómo me atrae lo siguiente que
escribiré. Ya tengo interés por lo que todavía desconozco. El
resto son pamplinas.
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