viernes, 24 de agosto de 2012

EL VERANO: HOY


Hoy es un gran día. Se parece a uno más de agosto, a día de verano, al mismo de todos los años. El sol acumula el calor en todas partes, se mete hasta en la sombra y la calienta sin el temporizador del microondas. Escribo esto con un sombrero puesto, cobijado con sensaciones parecidas a las de Walt Whitman.

Estoy sentado en una balsa que tiene la forma de una isla. Está ahora detenida en el charco tibio del Mediterráneo y lleva esculpido el nombre de Mallorca. A esa zódiac, la acompañan unos veleros sin motor, con velas infladas de viento. El velero Menorca es gracioso, ni se mueve a pesar del aire que le sopla. Y el Ibiza, vive una fiesta sin control. Sus marineros caminan sobre la borda haciendo piruetas y riéndose del mar. Hay dos botes salvavidas atados a una cuerda de esparto y que son arrastrados por la inercia. Son como cámaras de rueda de tractor hinchadas a tope. Los de antes las llamaron Formentera y a la otra Cabrera; además, hay un dragón que también pulula a su lado. El fulano se hace llamar Dragonera.

Todos estamos detenidos en la charca, chapoteando sin sandalias, esperando la noche para dormir desnudos sobre el suelo caliente, en una playa, entre unas rocas. Menos mal que esta tarde habrá diversión: ha llegado la noticia de que viene Ausias March a recitar estrofas sobre el amor. Dicen de él que no murió en un siglo pasado. Esta mañana de Agosto han comentado que no fue así. Por eso es que es un gran día.

Este March, ahora resucitado, es un banquero de las letras. Resulta que su lírica la acomoda a cualquier cosa que exprese. Es un camaleón, una lagartija mutante. Voy a esperar al poeta del medievo repasando algún canon provenzal, algún verso decasílabo. Con tanto calor, pero amparado con el sombrero, estoy seguro que podré arañar algún verso y documentarme antes de que llegue.

Así es que termino diciendo a mi manera un desvarío, bajo el calor abrasador, esperado a Ausias March; algo que él anotó un día de verano, quizás tal día como hoy: “Reclamo a todos mis predecesores, cuál a sido el amor que el corazón nos ha enamorado”.

El sol quema. El corazón arde, pero es un gran día en la balsa de la isla de Mallorca.

UNA DE OLIVOS

"El alma prima arbolorum" era como denominaba Quinto Horacio al olivo. Un poeta que deseaba la perfección absoluta, el no va más de la culminación en la expresión.
Aquel hombre antiguo de reflexión era hijo de un esclavo, de un don nadie, pero resulta que entendía de olivos porque observaba en su aceituna el totem de la excelencia.
Aún los siglos continuan levantando estos arbustos retorcidos, troncos con recovecos únicos. Siguen fascinando los olivos que, coronados con ramales, braman al cielo su libertad, sudando por sus terminales la savia con olivas diminutas.

Son las almas antiguas que toman cuerpo en bellas y arcanas formas para observar el paisaje de la vida y, simplemente, moviendo sus pequeñas hojas. Es el "arbolorum" que, igual que Horacio, siluetea con perfección aquel sueño que anhela exprimir la aceituna de cada instante, la que nos brota por las ramas de nuestro lado.