sábado, 29 de octubre de 2011

BUSCANDO TUS LATIDOS


Querida tú:

Quiero serte sincero ahora que empezo a montar este cartel de reclamo: estoy desarmado y sin saber que hacer. Me quedé sin tí en el mismo instante que te descubrí, ya que en un segundo desapareciste sin haber dejado el tiempo suficiente a que finalizara el primer minuto juntos.

Y te confieso, que en ese brevísimo tiempo, sentí que eras mi punto más claro de la madrugada, te sentí haciendo bucles y danzas en mis pausados ritmos hasta que lo alteraste todo a la vez. Pasaron tantas cosas en mí y en tan breves instantes, que sé, sin ninguna duda, que eres la media parte de mi otra parte, eres el pedazo que devoraría sin masticar, aunque me atragantara con ello.

Pero esta carta quiero que ahora sea sosegada, y además, que sea para pegarla en la primera pared que encuentre o en la mitad de cualquier columna, a la altura que pueda. Incluso, la hago pensando en meter mil copias en botellas de cristal, para que de este modo la leas en alta mar al cruzarte con alguna entre las olas. Que la destapes y veas que letra a letra está hecha pensado en cómo reconstruir los instantes en que te sentí, en cómo hacerte aparecer por todos los pasos de mi vida, y que te des cuenta, que aquel casi minuto deseo se alargue a una hora, y que la hora se convierta en un día, y ese día, que sea el del primer mes de todos los meses siguientes.

En ese instante, en el que tales sensaciones describo en el papel, mis ritmos de la emoción están como la música y a máxima sonoridad. Y escribir su sonido con letras para que las leas y me localices me desborda, me saca de todos los senderos.

Qué tan poco tiempo a tú lado, y ahora, con solo asomarme por este escrito me inspiras la infinidad. Incluso sé, que si estuviera treinta años contigo escribiría toda la historia antigua de la humanidad, sin puntos ni comas y la repería de nuevo. Sinceramente, la redactaría hasta en griego o en arameo, y sin traductor.

Deseo que sepas sin más, que eres la fugacidad del instante que he alargado hasta aquí, que eres la brevedad de todos los instantes que se volatizan y a los que ahora quiero materializar.

Por ello, deseada tú, para mí ya eres una sabrosa fresa, un fresón, y que te buscaré en el mapamundi de cada planta, por cada uno de sus tallos y en sus hojas hasta encontrarte; viajaré donde sea, a cualquier ciudad que sienta que puedas estar y en ella colgaré este papel escrito por una sola cara. Viajaré de día y trabajaré de noche, o al revés. Incluso si fuera preciso, bucearé en los bordes de cada abismo, de cada arrecife, hasta que las burbujas de oxígeno me den pistas y señales de tí, y sin aire regresaré a la superficie. Lo haré, tenlo por seguro, porque lo siento en más del ciento cincuenta por ciento de los poros de mi piel. Está completamente decidido y no descansaré hasta encontrarte.

¡Léeme!... y te arrollo con leyendas que danzan sin orquestas ni violines.

¡Encuéntrame!... y te rasgaré un acorde afinado sin que haya una sola guitarra.

Es que no la necesito. Ni siquiera preciso el último cd, ni un ipod, ni un vinilo de los setenta. Con el instante, con tres notas del momento que sea me bastará para que suene todo lo dicho aquí.

Si me localizas y me das el minuto eterno, te enseñaré el perpetuo tic-tac del músculo del corazón que no se detiene, verás su compás con todas las pulsaciones y sus arritmias, verás el monitor con sus picos y sin pausas.

Ya me despido, pero sólo hasta que te cruces conmigo, sólo hasta que me cruce contigo. Te esperaré en la intersección. Sí, la que está en medio de todas partes y que se ve desde todos los ángulos.

Te doy mi beso. El tuyo, ya lo llevo colgado de un hilo en mi cuello.

(Firmado) Tú latido.

P.D.: Lo que resuena a tí, te espera aquí.



 

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