miércoles, 19 de octubre de 2011

LA LEYENDA DEL ALMA

Tengo mi sentir engrasado, sumergido en el aceite de la vida, en la sustancia en la que flota el Alma. Escribo embadurnado de su esencia, pero no soy un elegido para darla a conocer ni ser el convencido que se hace pasar por convincente. Estoy liberado de esta tarea. No estoy en ninguna tribu de "busca almas", de especialistas en temas misteriosos ni estoy en santas cofradías con certificados que lo rematan. Estoy, simplemente, lubricado de sensaciones y por ellas me deslizo desde una rampa. Un paso más y flotaré en ese óleo, en balsa y a sotavento
Deseo sentirme en su espacio y atarme con una cuerda a la sensación; seguidamente, descubrir el Alma y presentarla como la novia, como una semilla triturada para el alimento, como una espiga de trigo ya germinada y dorada. Describirla como un océano o como una sutil poesía recitada en una plaza y, vestida de rojo, impresionarme a mí mismo con su color.
Ahora que escasean los versos y todo se llena de quimeras, entro a la antesala de su enigma para cosechar con mi inspiración y amontonar su harina en otro costal. Llenar el talego con el talento desde otra lucidez, reunir otro polvillo blanco y esparcirlo como un mapa sobre la inquietud que libera cada instante
Así que busco en mi caja de los sacapuntas, de los lápices y otros menesteres, y ayudado de la punta del compás pincho en la corteza de la mente, rompiendo seguidamente la cremallera del silencio que todo lo sabe. Después, abro con un atinado bisturí una brecha hacia el destello que me importa: el fuego eterno que devora todos los tiempos, y que de siglo en siglo permanece en su torre de diamante
Escribir para nombrarla, localizarla detrás del cierre que la mantiene callada, me apasiona. Sólo necesito un rumor, un sonido o un grito en la megafonía para pintarla de ideas. Y deseo hacerlo con una letra en grande para que se vea desde lejos, nada de cristales opacos ni ventiscas de arena que empañan la visión. Deseo nitidez, claridad y sorprenderme a mí mismo. Quiero llegar a ella y atreverme con su mirada. Atraparla entre las roturas de la piel y entre las rendijas de la sensación
Así como lo cuento ya me desborda, e incluso me excita las neuronas; también, me deja en el caos debido a tanto atrevimiento. Hasta por donde punzo se escurre, se va por la zona abierta, por las roturas del sentimiento. Pero cuando balanceo la inquietud aparece y los versos en declive se recuperan. Entonces aparecen las frases que nunca se leyeron y todas llegan desde proa. Es increíble la cantidad de señuelos que lo indican
El Alma localizada se perfila en la textura, en cada réplica de todo porque compone la superficie completa. Se ve desde la observación en todo su coloreado paisaje, incluso a contraluz o a traspié. Cada grano de polvo señala los itinerarios que sigue. Sus movimientos, los indica con sensaciones y cada punto, lo marca como una iluminaria de navidad
Hay surcos en el mapa interior donde se divisa su travesía. Aparece casi siempre por la espalda y sorprende en las aguas turbias. Proviene de algún punto impreciso y se mueve sobre la espuma de cada día. Flota y hasta navega entre los ronquidos que se escuchan en la cubierta de nuestro navío
Atraviesa la cubierta liberando las cadenas oxidadas, las embadurna para borrarles su dureza y erosión. Las deja convertidas en cuerdas flexibles, incluso las alarga, como la vida, y remolca con ellas los pedazos de cada tragedia, por ir a contracorriente, por despistes, por ignorancia. Y siempre es sencilla y no se desborda en su pasión. Con intangible creatividad acompaña la libertad levantando barricadas ante el rostro de la pasividad.
Ella es de una emocionante inteligencia cuando acompaña una derrota o cuando observa una victoria. Tiene ojos de Mona Lisa y se enmarca como a una Gioconda en la pared del interior. Construye mundos mientras invierte en ideas, y coloca las alfombras sobre los puentes que unen los filamentos de la imaginación. Sube y baja en completo vértigo y le saca el brillo al ocaso. Es la última en salir y la primera en llegar. Es una flecha lanzada con un arco muy tenso y, después, la brecha profunda en el tronco arraigado de la otra manera de pensar.
El Alma es transgresora y está fuera de toda cursilería o de los arcaísmos de creencias de enredo, no acompaña las cantinelas de tufo tedioso. No se mezcla en las poltronas ni se suscribe a estrategias de altos pensamientos de supervivencia. No está en la gigantesca burbuja de la felicidad, con baremos para mejorar y gráficos para anotar. No da cucharadas de brebajes a los evolucionados que empalagan de mosaicos repetidos y sabores rancios. No es la mística de la contemplación ni la apreciación de la espiritualidad
Pero con el corazón en la mano lo diré: el Alma, a pesar de lo que anoto, de colgarme en su abismo, no es lo que escribo ni se parece a lo que declaro. Jamás se queda entre mis metáforas ni se asoma en la frase preciosa y ocurrente. Hasta ahora, sinceramente, no tiene que ver con nada de lo que he dicho de ella, ni siquiera se halla en la pasión que le pongo para describirla. Lo único que puede que acierte es que és una leyenda.
Mi intento apasionado de atraparla me da a entender, sin rubor lo digo, que construyo mi fábula del Alma para un capítulo en la que esté latiendo por sí sola, de siempre, dejándome tiempo libre y la libertad de jugar a conocerla. Lo hago nadando de espaldas, entre las aguas de su síntesis, y clavada en cada brazada a la punta de mi compás.
Ella siempre me espera y a mi no me desespera. Tiene su mirada posicionada en toda la superficie, mientras que yo, me acomodo en una vitrina y quedo expuesto en un museo; sin embargo, he tomado mis precauciones. En el pie del cristal de mi expositor tengo pegada una placa en la que hay escrita una frase. En letra gótica está anotado lo siguiente: "Estoy perdido, hazme, ahora mismo, una perdida. Gracias".

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