domingo, 23 de octubre de 2011

APARECIÓ EL OTOÑO

Mi oftalmólogo me ha mostrado mi octubre atado al calendario del otoño; me ha abierto los ventanales del balcón de par en par descorriendo el visillo del cristalino, enseñándome de nuevo los verdores de la isla, las hojas amarilleadas y las nubes más blancas que el mismo blanco.

Una catarata me atravesaba la mirada y una bruma se extendía por las calles. Y él, un Einstein de la retina, de la antesala del humor vítreo, con aspiradores y sutilidades, con microscopios y colirios, despejó el foco; el zoom de la nitidez lo engrasó y con ello la profundidad de campo se recuperó, porque el diafragma dio paso de nuevo a cada punto de enfrente.

He vuelto al cine ya que se hizo la luz, como en los viejos tiempos, como en los libros sagrados donde se pone esa solemne frase. Y ahora, también con solemnidad la anoto, la escribo con agrado. Lo hago con la reverencia de la gratitud por volver a enfocar la cuadratura del mismo círculo, por correr otra vez por el tablero del ajedrez, el de los blancos sobre lo negros. Por discernir tantas cosas, y hasta por convivir con los grises, aquellos que nos llevan al invierno y nos mantienen a la espera, debajo de un paraguas, esperando los brotes que colorearán la primavera.

Así que continuo mi camino escribiendo para las hadas que aparecen en mis odiseas, y lo hago nuevamente con todos los colores del arco iris.

Mi gratitud a aquellos que con la artesanía de sus manos encienden los focos hacia la bóveda del color y la luz.

1 comentario:

  1. No dejarás de sorprenderme...Hilar, con esta belleza de lenguaje, algo tan pragmático es genial

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