domingo, 18 de diciembre de 2011

REVELANDO A MI MUSA

       Escribo desde una jaima de beduino y en ella espero que llegue mi musa inspiradora. De sopetón, entra sobre la alfombra de Alí Babá, trayendo consigo una alforja con cuarenta palabras que desprenden el perfume de las hojas en blanco. Su llegada se percibe con silueta amorosa y siempre procede del sur, donde están las gotas del rocío de aguazur.

En cada aparición por mi morada me enseña a escribir en tres bandas, y, para que lo sepáis, la que se lee es la de en medio. No es la mejor, pero es la que termino. La primera está muy por encima de esta lectura finalizada y la tercera supera incluso la primera. Diría que, paralelamente al texto terminado, por ambos laterales aparecen los contenidos de la escritura inacabable. Lo resumiría como la del manuscrito más largo jamás redactado en códigos especiales. Y en eso queda: en un papiro enrollado oculto a los mortales.

Siempre conservo en botes las ideas que me trae y macero en vinagre las frases que más me atraen; después, las guardo en tinajas recogiendo las desperdigadas migajas. Realmente, de su lírica talega saco ingredientes para una sopa, y a sorbos me lleno el buche tratando de no atragantarme ni con la equis ni con la hache. Finalmente, le preparo un desayuno con diamantes, después de una larga noche de amantes.

Lo revelo sin pudor y a ella no le importa que lo haga. Con eso que cuento no quiero dármelas de incongruente soñador ni tampoco de solitario. Tengo su compañía casi clandestina y sin dudarlo digo que es divina; además, me contagia con versos bien armados, sin descender con ellos a riñas de enamorados.

La musa también me recalca que para escribir debo dejar de hacerlo, para que de este modo observe, y desde fuera, lo que no aparece en el texto. Su forma de decirlo me implica a hacerlo y siempre es genial y es demoledor el intento. Al ponerlo en práctica me enzarzo en palabras o abandono todas las letras, así consigo desde el principio la mitad de la solución en cada argumento. La otra mitad de la historia fluye como la sangre, borbotea como herida en la piel que tapono con pétalos arrancados de clavel.

Sé que vivo como un nómada, pero que puedo escribir como un "gentleman", como un dandi que pasea por Central Park. Agiganto la realidad y la trituro como la arena de mi desierto, provocando con ello tormentas que lo cubren todo de polvo. Todo es gracias a la musa, a ella se lo debo. Devoro cada una de sus visitas como si fuera la última y me bebo a morro todo lo suyo, devorándola como si fueran tragos de botella. La inspiración fluye cuando la musa intuye, y me derramo con ella por un paisaje de dunas doradas que las convierte en una obra de arte, recordándome, que no olvide ninguna parte.

Soy como un beduino que desde su tienda baila como un sufí, enrollando las pieles de cabra para que el sol dance a la musa de alhelí, y se recueste entre pelos de camello, que por quince rupias de plata de mohúr, hacen de descanso a la dama del sur.

Así es, sencillamente, como nace cada nueva gesta, tal como ahora he escrito de esta.

A la musa que con alfombra visita mi jaima, enseñándome con inspiración que todo sale del alma.

2 comentarios:

  1. Una musa es una como una mujer disfrazada de monja con sosten de victoria secrets , puede darte su mejor o peor regalo dependiendo del día.
    Sobre el sufismo que citas recuerdo una historia de Idries Shah, que es la siguiente:

    Mulla Nasrudin consiguió trabajo de barquero. Cierto dia, transportando a un erudito, el hombre le pregunta:

    -¿Conoce usted la gramática?
    -No, en absoluto - responde Nasrudin.
    - Bueno permítame decirle que ha perdido usted la mitad de su vida - replica con desdén el erudito.

    Poco después, el viento comienza a soplar y la barca esta a punto de ser tragada por las olas. Justo antes de irse a pique, el Mulla pregunta a su pasajero:

    - ¿Sabe usted nadar?
    - ¡No! - contesta, aterrorizado, el erudito.
    - Bueno, ¡permítame decirle que ha perdido usted toda su vida!

    La vida es tan corta que si dejaramos la vanidad a un lado construiriamos algo mas unitario, un mundo mejor, consciente de todos y cada uno de sus problemas.

    Reciba mis mejores deseos para estos días y que en el nuevo año las musas sigan estando presentes, cercanas, y nunca nos abandonen.

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  2. Sabia conclusión Cervantes II. Y de acuerdo contigo de que las musas nos acompañen en el nuevo año, y que, además, sostenidos sobre su secreto, alcancemos la victoria: la de escribir.

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