domingo, 11 de diciembre de 2011

EL FIN E INICIO DE DOS

He asistido al fin de dos, por vía teléfonica y skype. A la liquidación de su mobiliario del amor, con el hundimiento incluido de los puentes del cariño por los que se podía pasear fotografiando la lejanía. Los mismos puentes que Clint Eastwood y Meryl Streep decidieron en unos segundos si debían mantener en pie o no.

He escuchado en su final los estirones que han terminado rasgando los ojales, saltando en cada tirón los botones de los vestidos, igual que cuando se caen a tropicones los visillos colgados del portier de la alcoba, poniendo patas arriba la habitación de enamorados en la que tanta pasión se libera en las horas de ajustarse entre sus sábanas.

He sentido el desconcierto bañado con lágrimas ante ese final. El aguacero de la confusión que se genera en el alma y que se extiende por todo el perímetro de la piel, una epidermis turbada porque se esfuman las caricias que sonaban a baladas preciosas. La pequeña sinfonía de los mimos inacabables y de besos encolados, quedan despegados y en el silencio más atronador.

He visto como de pronto queda rezagado, igual que le pasa a la velocidad de la luz, ya que cuando una primicia se le presenta es adelantada en cualquier curva. La novedad baila con demonios llamados neutrinos, los cuales se presentan como las partículas que tienen más acelerones de pedal, dejando en ridículo el chorro de la anterior claridad enternecida. Acaban, en cualquier vuelta del circuito del querer, con el haz de las chispas del amor.

He comprendido que lo grande es efímero, que lo enorme es minúsculo, y que aunque al amor lo inviertas, lo coloques al revés y lo busques en Roma, es un pájaro libre que sale por la ventana cuando le da la gana. Una sopa de letras que no compone más historia que la que dura ni se estira más de lo que le toca. Caduca en un fecha desconocida, pero que también se reinventa en un código nuevo cuando menos lo esperas.

He creido oportuno mencionar todo esto, porque es el fin de tantos que van a la par, a dúo de amores o de desamores. Acompasarme con sus latidos, con sus apegos del cariño de cualquier época, a la de esos tiempos donde los unicornios pastan y se ve a las perdices como si fueran unos cisnes que forman corazones con flechas atravesadas. Puntas clavadas en los ojos ilusionados de la mirada, desde donde se contempla la arrolladora sensación de haber llegado al desembarco del querer, y de ser querido.

He pensado finalmente que ahora, entre un teléfono, un "skype" y un adiós, la flecha queda descolgada de la diana de los cisnes. Pero que mañana, está a la espera de que otra corazonada la lleve al blanco, otro cruce donde recontruir un puente nuevo que conecte la línea del te quierocon un mensajito de que “te amo”. De nuevo un teléfono, lo que desconecta lo volverá a ajustar. Lo puenteará con otros mimos entre sus sábanas, y en sus cuatro esquinas aparecerá el nuevo ajuar del cariño en el inicio de dos.

De nuevo, vuelta a empezar...

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