viernes, 2 de diciembre de 2011

UN MUNDO SIN FACEBOOK (feisbuc)

He leído que en cualquier momento se termina el Facebook, que será destruido como si fuera un olivo milenario al que se le corta de raiz. Si ocurre, nuestra adoración será truncada, pues dejaremos de cobijamos como pájaros bajo sus ramas. Si sucede, después de su desaparición llegará el caos, el final de la cara cuadrada del margen izquierdo, arriba de la pantalla del PC, del portátil liguero y de colorines, de la lap top pagada a plazos.

Si llegara ese final viviríamos un momento delicado porque regresaríamos al ayer, al discman a pilas y a su soledad colgada del cinturón. Volveríamos a empezar con todo y deambularíamos sin los amigos añadidos que, además, tienen un porrón que coincide con los nuestros. De nuevo, la amistad volverá a apuntarse a pie de acera, será añadida entre las casualidades de la vida o por los cruces causales que finalizan siempre pisándonos los talones. Volveríamos a las preguntas directas, a la voz de siempre con las interrogaciones del pasado: "¿cómo estás colega?"..., "¿trabajas o estudias?"... Igualmente recuperaríamos aquella fórmula arcaica que decía: "es un placer conocerte". Después, se extenderá la mano...

Me pregunto si los destructores presentarán un finiquito liquidándolo a bombazos, o más bien afilarán las rayas de los códigos de barras para lanzarlas, una a una, como flechas contra la tupida selva que entreteje la comunidad del feisbuc. Es increible si presenciamos tal esperpento porque, estoy seguro, que escribiremos en directo la historia del caos. Nos quedaremos a un paso del holocausto de nuestra ciber comunicación, a unos meses del final de los tiempos. El apocalipsis habrá llegado de la manera que jamás hubiéramos imaginado en los libros sagrados o los códices Mayas: convertido en polvo cósmico (ciber polvareda) el entrañable parloteo. Todo quedará triturado, componiendo estelas circulares en nuestra preciosa bóveda estelar.

Imagino en esos días leer acongojado la portada del National Geographic con fotografías de la Nasa, documentando en doce páginas interiores el desperdicio de palabras, frases alocadas y signos de admiración de tantos enganchados al feisbuc y ya huérfanos de escritura, de palabras desesperadas, de apoyos y desencantos, que volarán para siempre en una hilera apegotada dibujando una gran cola de cometa. Y será para la eternidad... A no ser que se tope de bruces la procesión ante un agujero negro...

Cuántos jajajaja, jijijijiji... se perderán para siempre. Ahhhhhh..., yastoy..., llegueeeee..., soyyoooooo... Cuántos tquieeeroooooo..., miiiiicieloooooo..., stasssahiiiiii..., vollllvviiii... no regresarán ni volverán a entrar en bandada de gaviotas por el escaparate del feisbuc.

Todo esto podrá pasar porque unos desalmados afirman que lo destruirán como medida de protesta, y para plantar cara al desaguidado de la privacidad. Ellos afirman, que los jefes del feisbuc, venden información de nuestras conversaciones (las que hacemos entre las bambalinas de la emoción) a los gobiernos. El intercambio secreto entre jefes y magnates, un trueque de nuestras letras con sus fotos, ha sentanciado este colosal final de los cables rotos.

Imagino cuántos momentos ya no volverán debido a la dichosa paranoia de destruir, si se consuma tal ataque a la “carátula del libro de la inmediatez”. Cuántos instantes se perderán por entre los tules semi trasparentes de frases de deseo sin saber de que quizá se miente. Como los miles de instantes de arrebatos que se viven, como el de un amigo mío llamado Pedro que, desde que agregó a María el 2 Julio, viven los dos de ardores y amores nerviosos, buscando en el día a día darse besos con diálogos enzarzados. Y todo esa magia con su humareda, provino del germen de unas letras en forma de pregunta: "¿Quién eres?", "me llamo Pedro y tú", "María", "qué bonito nombre", "gracias", "mmm, creo eres la mujer que busco", "¿yo, porqué?", "es un presentimiento, lo noto", "uf, qué fuerte, estás loco", "sí, lo sé, lo estoy", "al menos lo reconoces. Ya es algo, pero me asustas", "no María, no te preocupes, soy sincero", "ahora sí me preocupas más, creo es mejor terminar aquí. Me das sofoco"...

Pero aquello no se terminó. No había hecho más que empezar un airecillo aromático en su vida normal y con aumento hacia un vendaval por las fuertes rachas del norte. Y llegó todo por el cable de la señal del sofoco, de la pasión por una húmeda unión... "María, te hablo en serio. No te preocupes, necesito saber de tí. Esto no me había pasado nunca", "ni a mí Pedro, y me pregunto por qué me pasa ahora", "eres mi media naranja, creo que somos almas gemelas", "¿no?", “sí María, lo noto, lo siento en todo mi ser", "¿cómo lo sabes?", "es que soy muy sensible", "yo también lo soy", "¿ves, María?, tenemos la misma sensibilidad", "sí, tienes razón. Qué fuerte Pedro, estoy asustada", "tranquila amor, estoy aquí. ¿Te puedo llamar amor, verdad?", "sí Pedro, me sienta bien oirlo", "y a mi decírtelo", "gracias amor", "¿ves, también lo has dicho?", "¿el qué?", "dijiste amor", "¿yo?", "sí, tú"...

Cuántos arrebatos se amontonan entre distancias que se aproximan, irremediablemente, a cada una de las texturas del deseo. Si todo esto se va al traste se hará añicos a pedradas, y serán lapidadas las historias más inquietantes entre duos de pasión. Serán borradas las mejillas sonrojadas y las punzadas de la entrepierna. Se pudrirán las naranjas partidas y jamás volverán a actuar en el teatro del feisbuc; en el caso de mi amigo, esto pasará en su parte trasera, detrás de las cortinas, en el "neckbook", la nuca del libro. Ahí es donde serán sepultadas sus conversaciones.

Si se destruye la maraña de encuentros, se abrirá una brecha de abismo ante cada ímpetu de frenesí y se perderá todo entre los polvos del big bang. Todas las poesías finalizarán su lectura y las frases escritas en positivo se revelarán a oscuras en negativo. El mundo será diferente, ya que el amor secreto volverá a anotarse en medio folio y por el correo ordinario de la lentitud y la espera.

Y esto: "Pedro, me gusta sentirte, saber que estás aquí", "lo sé, a mi me pasa igual desde que te agregué", "te quiero Pedro, soy tuya, pregúntame lo que quieras?", "¿de verdad María?", "sí, Pedro, no seas tonto", "gracias María, me encantas", "y tú a mí", "quiero saber algo, María", "¿el qué Pedro?", "¿qué llevas puesto ahora María, pero no te enfades?", "¡ja, ja, ja!, no me enfado, tonto. Mmm, llevo...", "¿el qué María, me tienes impaciente", "¡ja, ja, ja. Mmm, pues llevo... un liguero", "¡uf!, por dios, Maria", "¿te gusta?", "sí, mucho ¿de qué color?, "ja,ja,ja,... es rojo"... Esto quedará chamuscado entre el rojo y el sonrojo, sobre alguna aurora boreal y fusilado por los rayos de sol en algún punto de la emoción, y de la piel.

Si esto pasa es que seremos expulsados nuevamente del paraiso. Iniciaremos otro éxodo y con sandalias de trekking haremos otra travesía del desierto. Con los listados de miles de agregados (yo sólo podré aportar unas cuantas docenas) los domingos se montarán romerías para intercambiar canciones en mp3. Paralelamente, habrá aumento de ventas de garrafa para hacer el botellón y evitar con ello los síntomas de la depresión.

Así es cómo describo el brillante futuro que nos aguarda, su repertorio de secuencias ante el inminente final y bendecido por un dios negro que pulula entre los que nos salvarán la privacidad, dejándonos desperdigados y sin tener otra posibilidad.

Pero sí después de tanta monserga de amenazas, el tiovivo del feisbuc sigue hirviendo en su caldo, sirviendo mesas y rodando cervezas. Sí después de tanto bravear con aniquilar la gran telaraña de las portadillas de rostro, la vida sigue igual y la Rueda de Samsara gira en la perpetuidad, es que estamos ante el auténtico tebeo de la vida. Nos hallamos ante las caricaturas de las viñetas de Carpanta, donde hay una frase que pone: bla, bla, bla, bla, bla... O sea, nada de nada.

Al final, puede que simplemente se trate de unos tipos espadachines que lanzan agravios, palabrerías y argucias con asaltos a las murallas del fuerte para así provocarnos un soponcio, para distraernos con castañazos huecos; sin embargo, para los cara-libros, para los jinetes del feisbuc, el "bla bla bla" de Carpanta lo será todo, porque entre un "bla" y otro "bla", continuaremos armando cada día la de San Quintín.

Y, amén.

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