martes, 1 de noviembre de 2011

NUBI WHITE (La perra Golden Retriever)

Nubi White es la mascota de la casa. Tiene diez años y hasta la fecha nadie la ha llamado por teléfono, pero no está triste. Tampoco está molesta porque no se celebren sus cumpleaños, aunque sabe su edad. Su andar lo delata y su trote marca el tiempo en el reloj de arena que lleva alrededor de su alma.

Nubi White siempre está al lado de las emociones, siente cómo ese poder lo expresa en corto y lo alarga de forma indefinida. Sus sensaciones son velas hinchadas que se llenan de apegos de su mundo más inmediato. Para ella soy su estrella y también su sol. Me ha dado el valor del universo y el brillo de una super nova, incluso hasta cuando duerme. Cada mirada suya me confirma lo que digo.

Nubi White tiene casa propia en la que también vivo. Definitivamente, así lo siento ya que quiero vivir con ella. Deseo ser la mascota de mi mascota para entenderla y comprenderla mejor, y para sentir de este modo sus límites. Esos topes que se imponen por andar a cuatro patas, por husmear persiguiendo anhelos.

Nubi White es consciente del paso de cada día, como lo es de cada sonido que flota a su alrededor. Dejándose guiar por su instinto, por sus olores, por sus sabores, sabe donde está, hacia dónde va con cada sensación. Tiene un mecanismo cronometrado con su evolución y una cuenta atrás con su involución. Cada matinal empieza su función con tonos de devoción, hasta que su propio satélite la orienta en el rastreo como si estuviera detrás de una hélice.

Nubi White nació para perseguir patos y zambullirse en charcos, y aunque su raza apareció en la isla Británica es una hermana de los esclavos de África. A pesar de que es dorada lleva consigo el estigma de negra. No tiene alma ni es digna de nada. No tiene derechos ni jamás ha podido subir a un autobús porque molesta, y fastidia; además ensucia y lo tiene prohibido. Parece un bandido y es prudente alejarse de ella, ni siquiera darle una caricia por si muerde.

Nubi White es una desconocida así que tampoco sube al tren, simplemente lo ve pasar por los raíles y asimila sus pitidos con un leve movimiento de orejas. En un avión se convierte en un bulto, su sitio es en la bodega y en una jaula, porque es lo prudente y hasta lo más rentable.

Nubi White y todos los de su especie, muchas veces ni los vemos aunque estén a nuestro lado, mientras que ellos jamás dejan de percibirnos. Sin embargo, a cambio, ellos nos adoran sin condiciones. Y cuando todo va mal y no queda nadie, cuando los amigos ya no lo son ni se tiene ninguna solución, continuan acompañando lo que sigue a continuación.

Nubi White nunca se ha ido y en todo ese tiempo jamás ha articulado palabra, pero de cabo a rabo todo lo deja claro. Tiene ojos que parecen unas bolas de canica y en ellos se vislumbra que es feliz. Hasta comprende muchas cosas, tal como ahora, que entiende que esta misiva habla de ella.

Y el balanceo de su cola no remite, porque también sabe que es la que se llama Nubi White.

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