miércoles, 29 de febrero de 2012

WITNEY HOUSTON

Cantaba como un pajarito desde la rama más alta. Cada tonada era la música completa de una enciclopedia porque afinaba los registros de la melodía de todas las octavas, recorriendo con su voz páginas sonoras de notas con la textura de un zumbido y pose de una clave de Sol.

Pero un día, se desplomó de su rama de altura y su bonito plumaje se sumergió en un charco de lodazal, en una poza de adicciones con sonidos desentonados. Se hundió con su vestido de gasa y terciopelo en las piltrafas de las emociones que saben a mugre desafinada.

Quedó fulminada por la caída, y sumergida en el brebaje de bañera, ni tuvo tiempo para gemir su última melodía ni para estirar sus alas blancas y hacer resonar con ellas el acorde lento del "requiem" de un adiós.


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