domingo, 8 de enero de 2012

TIENES UNA CARTA

No te escribo para hablarte en versión manuscrita de la película "Tienes un email". No se trata de involucrarme en la piel de Tom Hanks y tú en la de Meg Ryan, para que ambos interpretemos los disgustos de cada día en la pantalla grande y, simultáneamente, actuar con gusto refinado en las escenas nocturnas, debido a la sorpresa de unos emails aparecidos en la pantalla pequeña de un portátil. Ni tú eres la rubia Meg ni yo el ricitos de Tom. Más bien, eres la mestiza de pelo negro, y yo, el cartero que escribe cartas y que las reparte dos veces al día como unas tartas que llevan, además, algunas nueces.

Tampoco la carta la hago como una primicia para las redes llamadas sociales, ni para un bloc que ahora le dicen "blog", perfectamente compuesta y tabulada en otra pantalla plana; tampoco la transcribo para colarla en el email que nunca revisas. Hasta la fecha jamás te he enviado un correo electrónico como los de la película, para que, al abrirlo, se creen las espectativas de unos días de cine desde donde imaginar húmedos besos en el parque.

Esta la redacto para el otro buzón, para el cajón y para la misma ranura por la que entraron cientos de ellas, porque la de ahora es parecida a aquellas. En todas nunca te he puesto una frase que haya copiado porque era bonita, porque decía lo que no sabía expresar, o era la forma perfecta de contarte lo que sentía. Todas han salido narradas desde el bolígrafo que tengo con la mina metida de la inspiración. Nunca un "te quiero", que después ha sido devorado por la misma vida, lo he pegado desde otro original.

A estas letras de ahora, las deslizo tomándome un café; después, dentro de un sobre, las repartiré con mi cartera de cartero, que además es de cuero, y lo haré con gusto y salero. Cuando escribo tomando el café, exagero, y me reitero con lo que concuerda. Lo hago tantas veces como pueda, y al ser para tí, aún más me esmero al ser tú lo primero. Desorbito las palabras, inflo las terminaciones y enfatizo los finales sin preocuparme si es lo apropiado.

Nunca me ha importado, así que de nuevo te escribo como en los viejos tiempos, aquellos en los que lo hacía a pares cada día, yendo de corrido, atiborrándote de folios por ambos lados, sin detenerme, y sin consultar una palabra o una norma. Siempre llegándote como la caballería montada, o como un bárbaro desaliñado que aparece con su hacha de entre la maleza. Ni antes ni hoy, consulto más allá del corazón; además, él siempre ha ido más rápido que el bolígrafo, acelerando la respiración y cambiándome la previsión.

Pero esta mañana trato de ir más sosegado, componer mis sensaciones de maneras menos brutas, y me recreo con ellas y en la calma emocional que me permite el paso del tiempo. Él me dá otra perpectiva, me muestra esas rayas que convergen en el horizonte de nuestra vida, las que han ido confluyendo mes a mes y año tras año en el calendario de la cocina.

Sé que no esperas cartas como esta porque crees que ya te las mandé todas, que no tengo nada más que decirte. No es así, aquí tienes otra en tus manos; una especial que levanta la pasión adormecida e inflama de nuevo la misma verdad de siempre: que te sigo queriendo. El tiempo no ha borrado la magnitud de su hoguera ni me ha eclipsado jamás tú mirada. Han llegado los móviles y yo te sigo hablando en directo, ha llegado el "ciberespacio", y yo sigo colgado en la otra red: la tus ojos negros.

Siempre te he escrito con el bolígrafo y en un papel blanco, empleando con ellos las artes de la antiguedad, ya que es en ellas donde estás ancladas todas mis sensaciones. Como el recuerdo de caminatas apresuradas por donde a cada paso deshojábamos la magistral que era quererse. Puedo ahora evocar aquellos momentos en los que te decía que no iba a esperar treinta años para volver a verte, ni siquiera tres años, y que hasta tres horas ya eran demasiadas. Tú me preguntabas que cómo haríamos para despejar el camino que nos llevara a la unión, y yo te respondía con un "siempre seguiremos el impulso de cada instante". A todos ellos los he perseguido, sólo me he detenido en los momentos acordados, porque, el resto, los he andado sin parar.

En todo ese devenir de pasos te he sentido en cada detalle, plegando el ovillo de lana que amontona recuerdos y experiencia. Hoy, sigues en mi alacena, en el bote de la canela fina que se mezcla en la taza de porcelana y que a sorbos se toma su exquisitez. Hoy, devoramos cada trasiego y cada deseo, buscándonos entre los arrebatos del ayer y los muebles del presente.

Y mañana, nos comeremos el postre que nos guste mirando algún sol de verano. Y seguiremos hablando desde nuestro sabio arcano, desde aquel entender conquistado que, justo ahora con emoción reclamo, porque mantiene una verdad en este párrafo, el de que hoy todavía te amo.

1 comentario:

  1. Preciosa carta. De sentimientos de los de siempre.
    Me extraña no ver comentarios en tu bloc jejej o blog.
    ¿La gente no lee?
    Un beso

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